El cuidado de un enfermo de cáncer es una labor dura pero necesaria. La Sociedad…
¿Cómo gestionamos las emociones en el cuidado de un enfermo?
Cómo gestionamos las emociones cuando nos encontramos ante una dependencia en el hogar, es importante para no acabar en un mundo de emociones negativas.
Estas emociones negativas afectan tanto al asistido como a su entorno, haciendo que acaparen el día a día de la vivencia de todos sus miembros.
El sufrimiento físico y/o emocional nos conduce a un estado de negatividad, por las circunstancias tan difíciles que se están dando. Un estado dominado por el miedo, la tristeza y el abandono.
Revertir esta situación es una tarea y responsabilidad de todos los implicados. La capacidad del asistido dependerá en ciertos casos más de nosotros que de ellos, como es comprensible. Pero en aquellos que mantienen sus capacidades mentales para cambiar dicho estado negativo, su voluntad y actitud serán cruciales.
El entorno deberá cesar el alimentar todo aquello que no sea positivo y actuar desde esa visión. Y la sensibilidad y comprensión del asistente hacia el asistido serán vitales para trabajar con la persona para superar los obstáculos que le impiden estar y vivir mejor.
¿Cómo gestionamos las emociones?
La dependencia propia o la de un familiar nos sumerge en un océano de múltiples emociones, algunas positivas y muchas negativas producidas por el desconocimiento, la duda o el miedo. A continuación compartimos contigo los cuatro puntos para saber gestionar nuestras emociones en el cuidado y en nuestra vida personal.
1. Reconocimiento: reconocer nuestras emociones, qué sentimos y pensamos, para saber gestionarlas y dirigirlas es el primer paso. Debemos observarlas y escucharlas sin juzgarlas ni reprimirlas. Hemos de reconocerlas y detectarlas sin que eso nos provoque otras emociones negativas, como puede ser la culpa, por sentir lo que sentimos. El reconocimiento y la observación de éstas nos ayuda a ser conscientes de lo que sentimos, cómo lo sentimos y cómo lo alimentamos.
2. Aceptación: aceptar las emociones es el segundo paso. Aceptar que están ahí y que forman parte de nosotros. De nuevo, sin juzgar ni ser críticos con ellas de forma no constructiva.
3. Elección: elegir qué hacer con ellas y ser conscientes de cómo nos van a influenciar la vida y las situaciones ante las que nos vamos a encontrar, es el tercer paso. Permitimos aquellas que nos benefician, hacen sentir bien y nos hacen actuar positivamente, y trabajemos las negativas cuestionándonos cómo nos afectan en nuestros pensamientos y acciones para cambiar el efecto que tienen sobre nosotros. Nuestras ideas en el ámbito de las emociones deben ser cuidadas y ser transformadas para que nos aporten en positivo.
4. Comunicación: comuniquemos con nuestro entorno, con personas en las que confiamos o con un profesional cómo nos sentimos y qué emociones nos son perjudiciales.
Expresar las emociones es compartirlas con otros que nos pueden ayudar. Las emociones hacen que nuestras relaciones (con nosotros mismos y los demás) sean mejores o peores y su gestión será positivo para tener una vida más sana.
Reconoce, acepta, elige y comunica.
Reconoce tus emociones. Acepta lo que sientas. Elige qué hacer con esos sentimientos y aparta los negativos. Y comunica lo que sientes. Trabaja el autocontrol, la automotivación, la autoestima y la empatía. Cuánto más las cultives, mayor será la mejoría en tu calidad de vida y la de la persona dependiente.