El blog del asistido

Culpabilidad por dejar a mi padre en una residencia

Publicado por ASISTED el 24 mayo, 2019

Me siento culpable por dejar a mi padre en una residencia

La culpabilidad por dejar a un familiar en una residencia. La culpa. Esa maldita culpa que siempre cargamos con ella y nos tortura. ¿Estaré haciendo lo mejor? ¿Soy un mal hijo por recurrir a una residencia? ¿No le quiero o le quiero lo suficiente? ¿Estoy en lo correcto? ¿Lo hago por él/ella o por mí, realmente?

Lo primero es quitarse las culpas cuando eres un buen cuidador y te estás dejando la piel en ello. Basta de culpas cuando estamos sumidos de pleno en enfrentarnos a una ancianidad, una demencia y/o una dependencia que nos acaban quemando porque somos seres humanos imperfectos.

Aprende a dejar la culpabilidad de lado

Eliminemos ese sentimiento cuando recae sobre nosotros el velar por el bienestar y la calidad de vida de alguien hasta su fin. No todos somos capaces.

Unas familias se desentienden y otras no. Hay de todo. En la mayoría de casos, los cuidadores acaban tan extenuados que deben recurrir a ayuda externa para que la persona siga en el hogar.

No es lo mismo dejar a un anciano abandonado en una residencia a decidir que ingresándole, estará mejor asistido mientras nuestra implicación continuará a lo largo del proceso de su cuidado.

Seguiremos siendo sus cuidadores y podremos conciliar mejor nuestras vidas y mejorarlas, eso está claro.

La decisión es tuya y será siempre la correcta como hijo/a

Decidas lo que decidas, eso sólo te concierne a ti: tienes todo el derecho a acceder o a negarte a representar ese papel. Y, por qué no decirlo, también tienes derecho a equivocarte. Lo primordial es que nunca te arrepientas ni te permitas sentir culpabilidad alguna por tu decisión.

Si te encuentras precisamente en ese punto, en ese dilema sobre qué postura adoptar, te recomendamos que escuches tu interior, escojas con absoluta convicción y aceptes las consecuencias que se puedan derivar de tu resolución. Y que seas feliz, muy feliz.

Nuestro único consejo para los indecisos, y en particular para aquellos que se sientan presionados –o empujados por el entorno a la hora de aceptar el reto–, es que si no están convencidos al cien por cien de poder comprometerse en tan ardua tarea, es preferible que dejen que sean otros los que se ocupen de desempeñarla.

Será lo mejor para ellos y sobre todo para el enfermo. Si no te ves capacitado para ello, no pasa nada. No te tortures, ni te castigues, ni pienses que has fallado. Eres humano.

Míralo desde esta óptica: hacerse a un lado para que individuos más cualificados o dispuestos le den a ese ser dependiente la calidad de cuidado y atención que necesita y merece es, de por sí, es uno de los mayores actos de amor incondicional que existen.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *