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Claves de una buena gestión de las emociones en la vejez

Publicado por ASISTED el 2 enero, 2019

Emociones-vejez

Existen claves para la gestión de las emociones en la etapa de la vejez para tener una buena calidad de vida.

«Envejecer es como escalar una gran montaña; mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena.» – Ingmar Bergman

Tanto en la vejez como en cualquier etapa de nuestra vida, la gestión de las emociones es un trabajo personal que aporta salud y bienestar. Aún a pesar del declive físico y cognitivo, según varios estudios realizados, los adultos mayores están, en general, mucho más conectados con sus emociones positivas que negativas.

Le dan un gran valor a las relaciones sociales, algo sumamente importante e imprescindible, y cuentan con un control superior sobre su universo emocional. Algo que, lamentablemente, nos choca cuando vemos la cantidad de personas mayores que se sienten solas, aisladas y que viven desde la apatía y la depresión.

Cómo tener una buena gestión de las emociones

No es fácil llegar a alcanzar una edad avanzada manteniendo la misma actitud optimista que la persona joven, que siente tener por delante toda una vida y que lo espera todo de ella. Pero son las personas mayores, por recorrido y experiencia, las que saben que la verdadera llave de la felicidad no reside en la espera. Por ello, el auténtico bienestar personal se produce cuando centramos nuestras miras en el momento presente con humildad, aceptación, serenidad y positivismo.

  • «Al envejecer, la salud y la longevidad dependen en un 25% de aspectos físicos y en un 75% de aspectos conductuales.» – Dra. Rocío Fernandez-Ballesteros
  • «La conducta y comportamiento pueden aumentar hasta en 15 años la esperanza de vida.» – Dra. Kaare Christensen

Estos dos citas de las doctoras Rocío Fernández-Ballesteros y Kaare Christensen, nos hablan precisamente de que la vejez y la longevidad dependen en un mayor grado determinante de nuestra conducta y actitud ante el proceso de hacerse mayor. Y que con una buena y positiva visión ante la vida, podemos llegar a vivir más años.

El aprender a gestionar nuestras emociones correctamente y saber reconducirlas cuando no son beneficiosas a lo largo de nuestra existencia, nos ayuda y preparará para contar con más herramientas y recursos emocionales al llegar a la ancianidad. Si bien es cierto que existe un alto grado de adultos mayores que sufren aislamiento y soledad, algo que les empuja con más certeza hacia el deterioro cognitivo y la degeneración emocional, parecen ser más los que viven desde la felicidad.

Regular las emociones en la vejez

La regulación de las emociones en la vejez y su estudio, es un terreno considerablemente actual. Y debido a la creciente esperanza de vida, queda claro que este sector de la población va a tener un gran peso y protagonismo en nuestra sociedad durante las próximas décadas. Por lo cual nos enfrentamos a un reto clave: el de llegar a estas edades avanzadas en el mejor estado posible. Tanto a nivel físico como especialmente a nivel emocional.

En el proceso de envejecimiento, las emociones no se deterioran

En la vejez lo que se produce más acentuadamente es un cambio en las prioridades y motivaciones. Las metas a largo plazo desaparecen para centrarnos en tener una mejor calidad de vida en el presente. Y es por ello que gestionar las emociones en la vejez tenga una finalidad muy concreta y establezca una motivación muy determinada: la optimización de las experiencias de tipo emocional para obtener un equilibrio interno y externo, y poder gozar de la calma interna y de las relaciones interpersonales, ya sea con las amistades, los conocidos y/o la familia.

Todo esto constituye la denominada paradoja del bienestar en la vejez. Es decir, por chocante que nos resulte, los adultos mayores tienen, por media, una satisfacción vital más alta que las personas más jóvenes. Ello es debido a dichas habilidades para regular las emociones. Un engranaje que no muestra un deterioro paralelo tan notorio al de los procesos de tipo cognitivo.

Se sabe que el envejecimiento afecta en especial a los lóbulos frontales del cerebro, lugar donde se encuentran nuestra capacidad de atención, resolución de problemas, planificación, entre otros. Sin embargo, las emociones y nuestra capacidad para comunicarnos con nuestro entorno y expresar a través de las miradas, las sonrisas y de reaccionar de forma ante el afecto, permanece intacto y no desaparece. Una habilidad que sobrevive a enfermedades tan devastadoras y crueles como puede ser el Alzheimer.

 

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